Del caos y el lujo. Nápoles y la costa Amalfitana

Caos es la primera palabra que te viene a la mente nada más poner los pies en Nápoles: bocinazos, tres «raggazzos» en moto sin casco adelantándote en dirección contraria, más bocinazos, procesiones cortando el tráfico, basura acumulada en los arcenes, policías que contemplan imperturbables el tinglado, semáforos que no funcionan o directamente son ignorados, fachadas desconchadas, estrechas calles prácticamente cubiertas por tenderetes de ropa, más bocinazos…

Un road trip por los Países Bálticos

El frondoso bosque de helechos y pinos se asoma al mar, lamiendo la fina y blanquecina arena de la orilla. Unos helados riachuelos surgen del espesor, desembocando en las aguas de un mar verdoso salpicado de piedras cubiertas de algas. La alargada playa se pierde a lo lejos topándose con unos acantilados de piedra caliza. Esto podría servir como telón de fondo de alguna escena de Lost… pero no. No estamos en una isla perdida en el Pacífico, sino en la costa norte de Estonia.

Berlín, la paradoja de Europa

Berlín no es Viena. Quien vaya con la idea de adentrarse en un laberinto repleto de monumentales avenidas flanqueadas por señoriales edificios burgueses, que se vaya olvidando. Berlín tampoco es Alemania. Del mismo modo que se dice que Londres no es Inglaterra. La capital adolece de ese carácter tan germano, sobrio, contenido y conservador. Es una ciudad vibrante, en constante cambio, en la que es casi más fácil comer un dim-sum o un falafel que un tradicional codillo con chucrut.

Budapest, la (segunda) joya del imperio

Una ciudad dual – con su Buda de suaves colinas y su Pest de amplias avenidas -, bella y orgullosa que no olvida las cicatrices de un turbulento pasado. En un lapso de poco más de cien años se han sucedido un imperio, una república, una monarquía con tintes dictatoriales, la ocupación nazi, el opresivo régimen soviético y el capitalismo.

Córcega: un paraíso en el Mediterráneo

En estos siete días y más de mil kilómetros visitamos pueblos imposibles esculpidos en montañas, luchamos contra el viento junto a molinos a lo Don Quijote, nos encaramamos a ciudades colgadas de acantilados, buceamos en islas salvajes, presentamos nuestros respetos a Napoleón, paladeamos quesos corsos e incluso tuvimos tiempo para torear vacas en la playa (literalmente).

Vacaciones en la «Isla de la Belleza»

Pues eso, estrenamos sección de viajes. Si todo va bien en una semana estaré recorriendo las sinuosas carreteras de Córcega en una furgoneta repleta de equipaje, persona(je)s y curiosidad.