Pues eso, estrenamos sección de viajes. Si todo va bien en una semana estaré recorriendo las sinuosas carreteras de esta isla mediterránea en una furgoneta repleta de equipaje, persona(je)s y curiosidad.

Y es que la palabra «Córcega» ha establecido una serie de conexiones neuronales en mi melón y me he abalanzado hacia la balda de los cómics, ese rincón de mi infancia cuyos volúmenes, cubiertos de una fina capa de polvo, libran una feroz batalla contra las sádicas manchas de humedad.

El lector habrá observado la imagen del post y se habrá fijado en el casco metálico decorado con dos alas y el perrito que descansa sobre la manaza que precede a una narizota que sale a la cubierta del barco. En efecto, son Asterix y Obelix a punto de pisar la que llaman Isla de la Belleza. Con semejante apelativo es inevitable que se me haga la boca agua, aunque siempre soy reacio a montarme películas que luego pueden desembocar en chascos y tirones de cabellera.

Girolata, pequeño pueblo de pescadores custodiado por una torre genovesa del siglo XVI.
Girolata, pequeño pueblo de pescadores custodiado por una torre genovesa del siglo XVI.

Sin embargo, con Córcega tengo un buen presentimiento. Siento una gran curiosidad por conocer esta isla montañosa rodeada de aguas cristalinas, cuyo aislamiento le ha otorgado un carácter especial que, a día de hoy, ha sabido mantener a salvo de esa chusma turistera de apartamento a pie de playa y chiringuito a la que tanto le da estar en Mikonos que en Torremolinos.

Y en esas que, nada más abrir el cómic, además de toparme con una oleada de recuerdos de cuando era un zagal, me he encontrado con una bellísima descripción que los autores hacen de Córcega:

Es el país de la vendetta, de la siesta, de los juegos políticos complicados, de los quesos fuertes, de los cerdos salvajes, de las castañas, de los suculentos mirlos burlones y de los ancianos muy ancianos que miran como pasa el tiempo.”

No sé, a mí me ha convencido. Definitivamente, la curiosidad por descubrir está isla ha alcanzado niveles máximos. Una isla que al parecer no es ni francesa ni italiana, sino corsa. Y que esto quede bien claro pues, según cuentan… los corsos son susceptibles.