Que me aspen si entiendo la tendencia de muchos supuestos grupos de rock de adentrarse en lo electrónico. A la mente me vienen dos ejemplos actuales: Franz Ferdinand y Kings of Leon. La banda con nombre de archiduque asesinado no ha acabado de convencer con su recién Tonight, mientras el quinteto de Tennesse ha tenido más éxito a pesar de, a juicio de un servidor, traicionar ligeramente su estilo original.

Y es que no a todo el mundo le sienta bien esa evolución hacia los sintetizadores, las reverberaciones y los loops machacones de fondo. No, a menos que te llames Thom Yorke, tengas una mirada estrábica y tu formación se llame Radiohead. Su álbum Kid A fue un agradable «zas en toda la boca» para muchos, un volantazo estilístico tan brutal como genial, que sin embrago seguía manteniendo la esencia del grupo.

Sin embargo, y haciendo referencia al titulo del post, lo que yo quería era reivindicar los orígenes de Kings of Leon. Hace unos siete años, los hermanos Followill dieron un auténtico puñetazo en la mesa con su ópera prima Youth and Young Manhood. Ese estilo sucio (o lofi, como les gusta etiquetar a algunos gurús musicales gafapastosos, que en sus momentos álgidos de gafapastez modernoide se dedican a catalogar estilos musicales pariendo maravillas como shoegaze, garage, lofi, etecé etecé),un estilo sucio, decía, acompañado de un guitarreo enérgico al compás de la peculiar voz del líder de la banda Caleb Followill que, como si se hubiera pasado la noche atizándole al burbon y fumándose un paquete de Ducados tras otro, nos canta las vidas de personajes que bien pudieran haber desfilado por las novelas de Faulkner.

Un estilo, en definitiva, auténtico, honesto y algo salvaje, que te hace saltar de la cama con ganas de comerte el mundo. Una esencia que, a mi parecer, se ha ido diluyendo en sus últimos trabajos. Así que en esa regresión al pasado me he topado con este clip de la brutal Red Morning Light, disfrutadlo.