«Para construir una amistad hacen falta años, pero para destruirla, unos instantes«. Esta frase lapidaria de labios de Vlade Divac es el leimotiv de «Hermanos y Enemigos», una auténtica joya en forma de documental.

Narrado en primera persona por el mítico pivot serbio, la cinta cuenta en unos 80 minutos la vida de dos amigos, dos hermanos, él (serbio) y Drazen Petrovic (croata), cuyos destinos se vieron enfrentados por una guerra fraticida y los fanatismos nacionalistas. Y es que no puedes evitar estremecerte, ni puedes dejar de emocionarte al escuchar el relato de Divac.

Tanto Vlade como Drazen pusieron rumbo a los EE.UU. una vez que su talento maravilló a toda Europa. Querían triunfar en la NBA. Lejos de casa y de sus familias, ambos se convirtieron en hermanos, apoyándose el uno en el otro. Sin embargo, a principios de los noventa la caída del comunismo hizo que la integridad de Yugoslavia, su patria, se tambaleara bajo los deseos independentistas de algunas de las repúblicas que la componían, reavivando así antiguos odios étnicos.

El punto de inflexión en la relación lo marcó la celebración del Mundial de Basket de 1990 celebrado en Argentina, en el que la Yugoslavia de Divac, Petrovic y Kukoc superó a la Unión Soviética, cuando el gigantón serbio arrebató de las manos de un aficionado una bandera de Croacia. Ese gesto no sentó nada bien a Drazen, muy concienciado con la causa croata, que a partir de entonces decidió apartar de su vida a quien fuera su hermano.

Este hecho afectó mucho a Divac, que intentó reconciliarse con Petrovic, pero el destino lo impidió puesto que este último murió en un accidente de coche el 7 de junio de 1993. Tenía 28 años y se hallaba en el mejor momento de su carrera.

Esta es la historia de un hombre que busca redimirse y acabar con una tristeza que le ha perseguido durante más de quince años. Es la historia de una guerra que dividió a un país y que destrozó familias y amistades. Es la historia de dos hermanos que se convierten en enemigos. Repito, una auténtica joya.