Lo admito: tengo una debilidad por los planos secuencia. Ya os lo dejé caer hace unos meses en el post que escribí sobre el anuncio de Johnny Walker. No lo puedo evitar: es como a quien le gustan las aceitunas en el martini o las galletas desmenuzadas en el colacao. Es como una obsesión.

Pero lo cierto es que después de visualizar el espectacular plano secuencia que da comienzo a «Sed de Mal» (en mi opinión el mejor de la historia del cine), entederéis algo mejor esta obsesión. Sin duda que el bueno de Orson Welles tuvo que quedarse bien agusto después de crear semejante monumento.

«Touch of Evil», que en inglés suena así como que más impactante, es una de esas películas que después de verlas te dejan con la sensación de haber sido testigo de unos de los momentos, con mayúsculas, del séptimo arte. Filmada en 1958, «Sed de Mal» derrocha modernidad. Un desfile de encuadres imposibles, contrapicados, travellings, contrastes de luz herederos del mejor expresionismo alemán, grandes angulares… Un auténtico manual creativo e innovador, que bien harían en estudiarlo la mayoría de esos que se autodenominan «creadores de arte», especie de panolis modernoides, artistuchos de andar por casa.

Y es que donde hay talento, hay arte. Y si a la genialidad de Orson Welles le añadimos la vibrante banda sonora del maestro Henry Mancini y la aparición de viejas glorias como Marlene Dietrich, Zsa Zsa Gabor o Joseph Cotten (me abstengo de nombrar al protagonista, Charlton Heston: siempre me ha parecido un muermo), el cóctel es explosivo. Una verdadera delicia en blanco y negro.