Para que os hagáis una idea, la escena transcurre así. Se ha producido un accidente en una carretera comarcal, alguién llama al SAMUR (bueno, a la versión lituana del SAMUR) y estos se presentan al cabo de un rato. El ajetreo típico, algo de sangre, reanimaciones y traumatismos. De pronto, un tremendo golpe de sonido: un camión atropella a uno de los paramédicos; primer plano del herido, desenfoque y fundido a negro.

Al día siguiente, el protagonista del film y compañero de trabajo del herido, decide apostar en contra de su colega en un macabro tinglado que ha organizado implicando a todo el servicio de urgencias . En este peculiar juego la apuesta es la vida.

Visto así, El Jugador (Losejas), no es lo que se dice una película amable con el espectador: es cruda, frívola y, en ocasiones, manipuladora… Presentada en la reciente 61º edición del Festival de Cine de San Sebastián, dentro de la sección de Nuevos Directores, narra la vida de Vincentas, el mejor paramédico de su servicio que, a su vez, tiene un verdadero problema de deudas derivadas de su enfermiza afición al juego.

La doble cara de Vincentas

Esa dualidad entre el jugador patológico y el profesional honorable es magníficamente desarrollada a lo largo de toda la película, alternando momentos de un humor corrosivamente negro con el drama más amargo.

Un juego de doble moral que pone en la balanza aspectos como la esperanzadora relación con su compañera Ieva o los diplomas de reconocimiento laboral, frente a apostar contra la salud de los pacientes o vender fotos de menores de dudoso gusto y legalidad para saldar deudas.

Un film «travieso»

Escena de los paramédicos saliendo andando a cámara lenta: guiño a Reservoir Dogs.
Escena de los paramédicos saliendo andando a cámara lenta: guiño a Reservoir Dogs.

Además, me dio la sensación de que El Jugador en cierto modo juega, valga la redundancia, con el espectador. En momentos puntuales parece amagar con desenlaces que parecen casi obvios y luego resulta que no.

Como imbuida del espíritu de un niño travieso, la película intenta establecer un dialogo en forma de juego con el espectador, en el que intercambia destellos de un humor muy peculiar, con momentos dramáticos, con un guiño a Reservoir Dogs, con un agobiante plano de casi dos minutos dando vueltas, con un casi interminable travelling paralelo del protagonista recorriendo malherido un bosque… varios momentos en los que te revuelves en la butaca sorprendido pero con una ligera sonrisa de «será cabrón…».

Originalidad narrativa

Pero por encima de todo, lo que destacaría de este film es su originalidad a la hora de narrar. Más allá de esa brillante combinación de frivolidad, humor negro, absurdo y drama, El Jugador nos sorprende en la forma de mostrar… encuadres imposibles, desenfoques, elegantes planos secuencias.

Todo ello hacen de este film una pieza original, en la que por mucho que leas la sinopsis no serás capaz de prever los sentimientos que te invadirán cuando asientes el trasero en la butaca y estés dispuesto a disfrutar de una experiencia quizás no fácil de digerir en ocasiones pero desde luego sí impactante.