¿Os suena de algo el nombre de Robert Allen Zimmerman? Pues ahí va una anécdota sobre él: el chico de la limpieza de la discográfica siempre limpia con las puertas cerradas. Resulta que un día, entrado en faena, oye que tocan la puerta; molesto por la interrupción decide en su testarudez no abrir la puerta hasta finalizar.

Quien aporrea la puerta es Robert Allen Zimmerman, músico de éxito y bohemio a tiempo completo, que resignado se encoge de hombros y decide sentarse en las escaleras con su guitarra acústica y esperar estoicamente los 45 minutos que el chico de la limpieza emplea en su tarea. Al abrir la puerta, el chico se encuentra a Bob Dylan sentado en las escaleras.

Si hace poco lamentábamos el trigésimo aniversario de la muerte de Ian Curtis, hoy celebramos los 70 años de Bob Dylan, el hombre que ha revolucionado la música americana en los últimos cincuenta años. Una especie de trovador moderno que, si bien no destacaba ni por su virtuosismo a la guitarra ni por su voz (se la llegó a definir como “voz de arena”), ha sido un maestro a la hora de contar historias gracias a esas métricas imposibles, a esa sagacidad y a ese ojo para la poesía.

Robert Allen Zimmerman, que decidió cambiarse a Bob Dylan en honor al poeta Dylan Thomas, encontró en el folk una manera de alcanzar la profundidad y la honestidad de los sentimientos, y amoldó el género a su antojo. De su mente salieron varios himnos que le valieron la etiqueta de portavoz de su generación, algo que a él nunca le acabó de convencer: “Nunca quise ser profeta ni salvador”. Sin embargo, cuando escuchas cosas como “Madres y padres […] no critiquéis lo que no entendéis” o “Ahora los criminales usan abrigos y corbatas y son libres de beber martinis y ver salir el sol” entiendes que el bueno de Bob sacudiera la conciencia de millones de jóvenes.

La polémica aparición de Dylan en el festival folk de Newport de 1963 marcó el comienzo de una transformación de folki acústico a rockero electrificado. Dos años más tarde sus colosales Bringing It All Back Home y Higway 61 Revisited supusieron la confirmación de ese cambio de rumbo que los puristas no digirieron del todo bien (le llegaron a increpar “Judas” en un concierto). La adrenalina que despedían las cuerdas metálicas se transformó en auténtico torbellino de notas que empuja a escaparse a toda velocidad con las ventanas del coche bajadas (la poética de Dylan me está invadiendo).

Y ahora, con setenta años a sus espaladas, este chico judío con alma del Delta del Missisipi es una auténtica leyenda viva del la música, sus letras y sus composiciones pasarán a la historia y los afortunados que alguna vez le han visto en directo podrán decir orgullosos “yo estuve allí”.

Como regalo de cumpleaños, os dejo esta rareza de concierto presentado por el mismísimo Jack Nicholson y en el que Bob comparte escenario con dos de los miembros de Rolling Stones (Ron Wood y Keith Richards). Felicidades Bob.